Un juego de palabras para reflejar la realidad de la dehesa: vidas suspendidas, pendientes de un hilo de equilibrios biológicos que han sido alterados, y que han originado una reacción en cadena que hace caer una vida tras otra y pone en jaque uno de los ecosistemas de mayor valor social, económico y ambiental de la península ibérica y de todo el área mediterránea.
Pero la dehesa, esa vida que podría suspender un examen de calidad ambiental, puede aprobar con nota la recuperación con un poco de ayuda. Podemos echar una mano para que esos equilibrios se vuelvan a componer si apoyamos especies que pasan desapercibidas, pero que tienen funciones clave en el saneamiento del arbolado. Especies que , hasta ahora, habían visto mermadas sus poblaciones por distintos avatares.
Esas vidas que dan vida son vidas suspendidas, porque se alojan en las cajas de biodiversidad que se nos presentan colgadas de las ramas de los mismos árboles que van a cuidar. Pajarillos, murciélagos, arañas, insectos polinizadores... están ahí, suspendidos para recuperar sus poblaciones y reforzar con su presencia la salud del arbolado de nuestras dehesas.
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